La electromovilidad está revolucionando el transporte en todo el mundo, y Bolivia no es la excepción. Se estima que, en un período de 10 a 15 años, el 50% del transporte pesado en el país podría migrar al uso de energía eléctrica. Este cambio no solo reduciría significativamente las importaciones de diésel, sino que también aligeraría la presión financiera que estas compras ejercen sobre el Estado.
Actualmente, el transporte es el principal consumidor de diésel en Bolivia, representando un 86,5% del consumo total. La transición hacia vehículos eléctricos, tanto en el transporte público como en camiones pesados y flotas industriales, es una oportunidad para reducir la dependencia del diésel importado, lo cual en 2023 costó al país casi 1.820 millones de dólares.
Mónica Cabrera, Líder de Operaciones para Latinoamérica de Schneider Electric, indicó que este proceso, aunque complejo, es alcanzable con un enfoque coordinado y un compromiso a largo plazo. “Con la infraestructura adecuada, incentivos gubernamentales y colaboración público-privada, Bolivia podría lograr que más del 50% de su transporte pesado funcione con energía eléctrica en 10 a 15 años”, aseguró.
Anderson Gómez, Gerente de Cuentas Clave de Schneider Electric y experto en electromovilidad, explicó que el éxito de esta transición depende de varios factores. Primero, es crucial que se implementen políticas públicas que incentiven la compra de vehículos eléctricos y la conversión de flotas actuales. También es necesario contar con una infraestructura eficiente, no solo en estaciones de carga, sino en la red eléctrica que deberá soportar la demanda adicional.
La electromovilidad en Bolivia es una estrategia viable, dado que el país cuenta con una producción excedentaria de energía eléctrica que podría aprovecharse. Además, el agotamiento de los campos petroleros y la creciente demanda de diésel hacen que esta transición sea más urgente que nunca. Los expertos aseguran que, con las inversiones adecuadas, Bolivia podría convertirse en un exportador clave de energía eléctrica en la región, aprovechando sus recursos naturales.
Gómez también mencionó que, aunque el costo inicial de los vehículos eléctricos es elevado, su mantenimiento es mucho más económico. “Una unidad eléctrica no necesita aceite, radiador ni bujías, lo que reduce considerablemente los gastos operativos. Además, la electricidad puede costar hasta seis veces menos que el diésel”, señaló.
Sin embargo, la transición hacia la electromovilidad no está exenta de desafíos. Es crucial que se fomente la conciencia sobre los beneficios de los vehículos eléctricos, tanto para el medio ambiente como para la economía. Colombia, por ejemplo, logró masificar el uso de vehículos eléctricos mediante la eliminación del Impuesto General a las Ventas (18%) y eximiendo a estos vehículos de restricciones vehiculares impuestas para reducir el tráfico.
En Bolivia, las soluciones para acelerar esta transición ya están disponibles. Schneider Electric ha instalado 15 electrolineras en puntos estratégicos del eje troncal del país desde 2021. Estas estaciones de carga, fáciles de instalar y utilizar en entornos residenciales y comerciales, están diseñadas para promover la adopción de vehículos eléctricos, ofreciendo una experiencia de carga eficiente y contribuyendo a la sostenibilidad.
Además, Schneider Electric está trabajando en la creación de edificios sostenibles que integren sistemas de carga para vehículos eléctricos. Esto no solo mejora la eficiencia energética, sino que también crea entornos más saludables y productivos, beneficiando tanto a los empleados como a los visitantes de estos espacios.
Otro aporte clave de la empresa es su plataforma EcoStruxure para eMobility, que facilita la gestión inteligente de la carga de vehículos eléctricos. Esta plataforma optimiza el consumo energético y permite la integración de la electromovilidad en diferentes contextos, desde flotas de transporte hasta espacios públicos y hogares.
A medida que Bolivia desarrolle su infraestructura y el gobierno implemente políticas favorables, los vehículos eléctricos se convertirán en una opción cada vez más atractiva para las industrias y los consumidores. Esta transición no solo beneficiará a la economía nacional al reducir las importaciones de diésel, sino que también contribuirá a un futuro más sostenible y respetuoso con el medio ambiente.